jueves, 4 de junio de 2009

Investigación

Históricamente, los vendedores ambulantes han sido personajes caracterizados por su humor y picardía a la hora de convencer a los pasajeros de comprar sus ofertas. Lo que popularmente puede llamarse como sujetos pintorescos.

Día a día ofrecen a viva voz “las mejores ofertas” de productos, que según su discurso, son innovadores y mucho más baratos que aquellos que se pueden adquirir en un comercio convencional. Son capaces de llevar a cualquier persona a comprar un producto que realmente no necesita, sólo utilizando su voz como elemento de persuasión.

Los vendedores ambulantes son la personificación puesta en práctica de los conocimientos establecidos por Adam Smith, de la ley de Oferta y Demanda y de muchas teorías económicas, que a pesar de que la mayoría de ellos nunca leyeron, las aplican con la naturalidad y habilidad de alguien que ha dedicado su vida al estudio. Y es justamente por eso, ya que muchos han dedicado su vida al comercio, y sin la necesidad de libros se han convertido en grandes mercantilistas.

Sin embargo no deberíamos quedarnos solamente con la versión más amena de la historia. Por decisión propia u obligados por la realidad que no les permite obtener un trabajo de mayor rentabilidad para ser el sustento de sus familias, estos “pintorescos” vendedores, se ven envueltos por un círculo mafioso, un sistema al cual es muy difícil entrar y son unos pocos los que lo manejan e impiden el acceso a información, y menos aún un manejo claro y transparente de la actividad, con reglas formales.

Para esta investigación sólo serán tenidos en cuenta los vendedores de mercancía material de la Línea General Roca–excluyendo a quienes se dedican a mendigar o a otro tipo de ofertas, como la música-. Estos a su vez se dividen en dos tipos bien diferenciados, los que trabajan únicamente arriba del tren, que tienen permiso para ejercer su actividad una vez que el tren comienza su marcha, y aquellos que lo hacen en la plataforma, mientras el tren todavía permanece en la Terminal, y al cual sólo pueden subir mientras éste no cierre sus puertas para comenzar su recorrido.

A pesar de que la venta ambulante era una de las actividades comerciales que más había crecido en los últimos años, personal de seguridad de la línea Roca asegura que la cantidad de vendedores ha disminuido llamativamente. Varias son las causas en común que han llevado a los vendedores a dedicarse a esa profesión ambulante: por un lado, haberse quedado sin una fuente de ingreso de dinero a causa del aumento de la desocupación; y por otro lado, ese factor se vio potenciado durante los ’90 y esta década por lo barato que resulta comprar mercadería variada importada –en su mayoría de China- para luego generar una mayor diferencia al venderla.

Obligados por la situación, muchos vendedores confiesan que la venta ambulante ha sido su mejor trabajo y el más lucrativo –a pesar de que en algunos casos los vendedores tienen formación profesional y técnica en múltiples áreas-. Trabajando como sus propios jefes, auto-exigiéndose y llevando adelante una empresa individual, o debido a tener una familia a la que sostener.

Son los vendedores más antiguos y de mayor constancia los que han sacado los mayores beneficios del oficio, al mismo tiempo que trepaban en una escala implícita de poder y de control de los propios vendedores para evitar que cualquiera entre al negocio de la venta ambulante en el tren. Además, el trabajo diario genera que establezcan lazos mas fluidos con las autoridades de la estación y los trenes.

Si bien los vendedores ambulantes comienzan a desarrollarse en el trabajo a través de contactos personales como amigos, conocidos, familiares; para trabajar deben relacionarse y negociar con otros: usuarios, vendedores fijos y trabajadores de la Línea General Roca (guardas, personal de seguridad y control de boletos, autoridades).

Aunque los datos anteriores son tomados de declaraciones de los mismos vendedores, entre ellos mantienen, o tratan, de que no trascienda la jerarquía y los contactos que poseen con la empresa o con organismos internos de control.

La opinión de ciertos vendedores pesa más que los de otros, y esto se da a partir de la importancia que tienen dentro de la ocupación que viene de la mano de su antigüedad realizando el trabajo. Los vendedores, cuanto más viejos son –capangas-, tienen una mayor jerarquía en el ámbito, que les permite “establecer las reglas del juego” para los demás vendedores y no tener altercados con empleados de la empresa de trenes, en otras palabras, tener una autoridad legitimada entre los vendedores y respetada por los empleados de la Línea General Roca.

Los llamados “capangas” son quienes deciden quién vende y en qué vagones del tren puede hacerlo. Además deciden, en muchos casos, los productos que pueden ser vendidos y la entrada de nuevos vendedores para que puedan comenzar a desarrollar la actividad.

La convivencia y el respeto resultan fundamentales dentro de la venta ambulante. Las reglas principales son impuestas por los vendedores más experimentados y controladas por todo el grupo, para evitar cualquier inconveniente. Es destacable que los boleteros señalaron nunca haber visto un problema entre vendedores y entre estos y los pasajeros.

Con respecto a los pasajeros, se busca no molestarlos, dado que son los potenciales compradores. Por un lado son quienes, según los vendedores, les permiten llevar el pan a su familia, son las mismas caras todos los días, a la ida y a la vuelta y por otro lado muchos de ellos los consideran como su público, atentos a cada oferta y discurso.

Para poder ser parte de este negocio, se aceptan algunas normas de organización interna. Las mismas son acatadas muy rígidamente y no respetarlas genera conflictos. La mayoría de estas reglas se basan en un sentimiento de obediencia en cuanto a la división del espacio y el tiempo del que cada uno dispone en cada vagón para ejercer su profesión.

De esta manera se genera un acuerdo tácito, por el cual no se empieza a anunciar un producto mientras otro vendedor todavía se encuentre en el vagón vendiendo el suyo. Tampoco se puede ofrecer lo mismo que un compañero, salvo que el mismo dé permiso. Incluso cuando esto sucede, no se puede ofrecer el mismo producto más barato que el otro vendedor.

Como fue comentado anteriormente, el acceso a la práctica de la venta ambulante no es para cualquiera, sino que por lo contrario, los vendedores utilizan un sistema similar al de una logia, ya que como en estas organizaciones, el novato sólo puede acceder a vender gracias a un contacto logrado a través de la familia o una amistad muy fuerte, y de esta manera no cortar el lazo de confianza fundamental para el correcto funcionamiento de la actividad.

Por otra parte, el ser vendedor implica el poder respetar y conseguir respeto, no sólo de otros vendedores sino de otros agentes. Quien desarrolla la venta ambulante debe ser capaz de seguir las reglas de su grupo y ser conciente y respetuoso de las reglas de otros, como las de la Línea Gral. Roca, las de quienes le venden la mercadería –proveedores-, que ellos revenden en los trenes, y la de la policía. Cuando el vendedor no pasa ningún límite (muchas veces implícitamente establecidos) puede desarrollar tranquilamente su actividad. Cuando no lo hace, verá afectado su trabajo en el mejor de los casos.

Resulta extraño y llamativo que al ser consultada la Unidad de Gestión Operativa Ferroviaria de Emergencia (UGOFE), que aglutina a Línea Gral. Roca, se nieguen a dar respuestas con respecto a la venta ambulante, señalándola como algo externo a la empresa. Lo insólito es que la venta se da sobre los trenes que la empresa posee. Los vendedores han logrado, hábilmente, negociar con las diferentes autoridades que han tenido el control de los ferrocarriles que realizan el servicio de pasajeros hacia zona sur del Gran Buenos Aires, llegando incluso a establecer ciertos puestos semi-formales de venta en las diferentes plataformas.

Cuando tantas fuentes se niegan a dar declaraciones o se limitan a derivarse entre ellas (Unión Ferroviaria, UGOFE, Sindicato de Vendedores Ambulantes, etc.) hay un indicio de que algo extraño está sucediendo con respecto a la venta ambulante. Esta teoría se ve reforzada cuando, como citamos anteriormente, un vendedor queda silenciado ante la presencia y las palabras de un tercero, que no era vendedor y aparentemente estaba abocado a controlarlo.

A partir de lo investigado se puede afirmar que la venta ambulante está en un estado de legalidad cuestionable, en donde los vendedores u otros actores que no lo son pero se benefician de igual modo a partir de la actividad, se apoyan por un lado, en códigos morales entre ellos para establecer un ambiente de trabajo sin interferencias internas ni externas, y por otro lado en un arreglo entre las diferentes partes involucradas (empresa dueña de la concesión de la línea de tren, sindicato de vendedores y entidades estatales, que crean un vacío alrededor de la actividad) que les permite utilizar recursos de amparo para avalar el desarrollo de la venta ambulante.

Es así que podemos ver dos tipos de organización dentro de la misma empresa: una formal a cargo de asociaciones y el Estado, donde se produce el "vacío" antes nombrado y da lugar al otro tipo de estructura que es informal. En este caso se debería garantizar de manera clara la legalidad de la venta ambulante a partir del cumplimiento de ciertos requisitos, que a la larga beneficiarian a todos.

En cuanto a la organización informal de la venta que se da entre vendedores, quienes los controlan y los dueños de mercadería se puede realizar una mirada ambigua. Por un lado se manejan de una manera cerrada y no permiten que cualquiera pueda vender, sea un trabajador honesto o no, sólo se puede entrar al circuito de la venta ambulante siendo "amigo de..." o "familiar de...". Lo ventajoso de esto es que realizan un control (informal) sobre el proceso de venta, evitando problemas en la relación vendedor-pasajero, y sancionando a quienes lo provoquen. Clara muestra de esto es el hecho de que la mayoría de los pasajeros no se queja de los vendedores, e incluso llegan a parecerles simpáticos.

A grandes rasgos esto podría llegar a compararse con las relaciones humanas dentro de la favela en Río de Janeiro, donde habita la gente más pobre de ese Estado. Allí los jóvenes dueños de la zona, a la vez que están metidos en negocios turbios como el narcotráfico, impiden y sancionan con las peores penas cualquier violación de la libertad de otro habitante de la favela, de ahí el dicho "en la favela no se roba, no se viola, no se mata". Si bien es una comparación exagerada, es una advertencia para no dejarse llevar por apariencias y ver que toda historia tiene mas caras que la que se ve.